lunes, 4 de julio de 2016

Perdonar es un don...

La decepción es una de las peores sensaciones que pueden existir. Escribo esto a modo de catarsis porque hace más de seis meses que me ronda como un fantasma y no me deja vivir en paz, no me deja avanzar.
Desearía poder decir que un hombre me arrancó el corazón pero eso no me dolería tanto como decepcionarme de la que pensé que era una de mis mejores amigas.
A veces desearía hacerle caso más caso a mi instinto, a esa fuerza que nace de mis entrañas, especialmente cuando me está diciendo que no es una buena idea... pero se suponía que me esperaban con bombos y platillos; y me recibieron con mala cara, reproches y reglas metódicas como si no me conocieran. Fui a la casa de una amiga y quisiera decir que con una extraña, pero solamente me encontré con una faceta que ella le mostraba a otros pero nunca a mí. Se suponía que me invitaba a compartir uno de los momentos más hermosos que le pasa a una mujer pero encontré quejas y un desprecio que nadie más me hizo en mi vida, al menos nadie que se suponía que me quería. 
Fueron nueve días que me parecieron una eternidad y volví extrañando como nunca mi hogar, como bien dicen "el tiempo vuela cuando te diviertes"... y cuando no... es una pesadilla.
Meses después deje de lado mi lado herido y le dí una nueva oportunidad, me dije a mí misma hace lo más humano y puse mi otra mejilla para recibir a cambio otra gran cachetada, no una, sino dos veces... y la última fue la definitiva.
Hoy escuchando el sermón en la misa que celebramos con la escuela, el padre hablaba del don del perdón, de cómo permite sanar las heridas y realmente necesitaba escucharlo.
Perdonar para seguir adelante, perdonar para sacarme de dentro esta amargura que me carcome, perdonar para poder quedarme con lo lindo y olvidarme de lo feo... aunque cuando algunas cosas se rompen simplemente no pueden volver a ser como antes.